FOTO ARRIBA (AMPLIABLE):  Recuerdo que los martes teníamos gimnasio. Era una pasada. Me encantaba todos los aparatos. Pero las espalderas te dejaban molido cuando te hacían colgar. Por cierto, esta foto es inédita ya que es la única en color.

FOTO ARRIBA (AMPLIABLE): Recuerdo aquel suelo de madera de la buena que cuando corrias retumbaba.

FOTO ARRIBA (AMPLIABLE): Recuerdo aquel suelo de madera de la buena que cuando corrias retumbaba.

 

FOTO IZQUIERDA:  Aquí teneis a alguien que se encargaba de que fueramos unos hombres: Don Mariano - el profe de gimnasia para muchos. Si os digo la verdad no tengo claro que fuera este su nombre.

Lo que si recuerdo era las palizas que nos metia tanto en resistencia corriendo en el patio sur como dentro del gimnasio con el potro y otros aparatillos de poca monta (nota cínica). Para muchos una eminencia en el deporte.

Comentarios: 7
  • #7

    Paco Asensi (lunes, 01 enero 2018 16:54)

    El profesor de gimnasia era D. Mariano Vivancos, si no recuerdo mal

  • #6

    J.C. (jueves, 02 abril 2015)


    (2ª parte del comentario anterior)
    Era curioso el conjunto de ruidos que se podían oír en el gimnasio, era muy especial: algo así como "Chiiiiiii, chiiiiiiii, chiiiiiii", provenientes tanto del roce de las zapatillas con el parqué como del movimiento de las partes móviles de las anillas, más los "plom, plom, plom" de los saltos o de las salidas de aparato.

    Nos llamaba mucho la atención un par de colchonetas grandes supergordas para los saltos de altura. Daba mucho gusto saltar y caer allí con los brazos extendidos.

    El palco que se ve arriba, en el que están colgados los aros olímpicos era para exhibiciones públicas de gimnasia. Sólo lo vi lleno una vez, en una competición escolar de Judo (en la que, cuando tenía 6 años, me ganó un niño de mi edad con una zancadilla o-soto-gari. A este niño, ya mayor, le sigo viendo por Alicante, y algún día le devolveré la llave en plena vía pública… no hay prisa, aún tengo tiempo de resarcirme, la venganza es un plato que se sirve frío…). Pero en general, como en el palco cabía poca gente, se usaba más bien el Patio Norte para eventos deportivos con público.

    Había una fotografía gigante en blanco y negro de un atleta haciendo el pino sobre las paralelas, que parece ser que era un antiguo alumno de los maristas (o eso creíamos). Uno admiraba el nivel al que había llegado.

    A veces hacíamos circuitos, aprovechando todos los aparatos que habían de forma no convencional. Un profesor nos hizo incluso subir por la escalera horizontal que estaba junto a la puerta, pero no colgándonos de los peldaños con las manos y recorriéndola en plan "mono", como es lo natural, sino caminando por encima hasta llegar al otro extremo. Yo no pasé de los dos primeros, era más miedoso que otros niños. Un día muy especial fue cuando compraron un mini-tramp (cama elástica individual para auparse en un salto y caer sobre la colchoneta colocada a continuación, después de hacer alguna pirueta o de superar la altura de un potro) y a veces lo utilizamos. Eso fue con diferencia lo más divertido que pudo dar de sí aquel gimnasio.

    En 6ª de EGB, el profesor nos llevó a la sala de conferencias a ver una proyección en blanco y negro de las tablas gimnásticas que íbamos a aprender en cada aparato, realizadas por un "nota" al que le salía todo bien, estructuradas en tres niveles y previstas para que duraran toda la 2ª etapa (6ª, 7ª y 8ª de EGB). Cada vez la cosa se ponía más difícil. Eran: anillas, paralelas, suelo, caballo con arcos, barra fija y salto de potro.

    A mí me fascinaban los aparatos, a la vez que me daba mucho miedo de caerme. Los que más me gustaban eran las paralelas y las anillas, y los que menos la barra fija y el salto de potro, porque ya me veía en el suelo descalabrado. El que daba miedo cero, era el caballo con arcos, aunque al no coger el impulso que se requiere era poco menos que imposible hacer circular las piernas sin tocar el aparato; de todas formas tampoco se exigía especialmente. Daba mucha rabia dos tipos de alumnos, los cuales siempre hacían las cosas diez veces mejor que tú: los típicos atletas fornidos y los pequeñitos, que al pesar menos y tener la misma fuerza que cualquier otro, eran más ágiles de lo normal. Ambos grupos no tenían dificultad para hacer un montón de flexiones en la barra fija, o subirse a ella de un salto dando una voltereta hacia atrás ("patada a la luna"). El típico figura que hacía algo fuera de lo normal, era por una parte admirado, y por otra decías:"¡Qué cabrón!".

    El día en que nos tocó aprender el salto mortal para el ejercicio de suelo de último nivel, la mayoría caíamos sentados, pero algunos conseguían hacerlo muy bien (de nuevo los pequeñitos y los corpulentos). Recuerdo a un compañero que era de los malos en gimnasia, algo gordito, pero que consiguió pillarle el tranquillo al mortal, de tal forma que te lo veías por el gimnasio deambulando y de repente hacía un mortal y seguía caminando como si nada, para hacer reír a quien le viera; me río de recordarlo.

    De profesores recuerdo mucho al "Chapa" (se apedillaba realmente así) y al que le decíamos el "Lobes" o algo así. En las clases en el Patio Sur, se corría pegados a las paredes, se jugaba al fútbol, voleibol, etc y se desarrollaban diferentes tablas. Lo peor, para mí, era el Test de Cooper: 12 minutos corriendo, para luego anotar el número de vueltas que hacías. Daba ganas de vomitar. Aunque de nuevo estábamos en las mismas: los pequeñitos podían correr más tiempo sin cansarse porque pesaban menos, y los corpulentos-atléticos también, porque tenían más fuerza física.

    No recuerdo ningún accidente especial; además, a esas edades el cuerpo es elástico y se repone pronto de cualquier percance.

  • #5

    J.C. (jueves, 02 abril 2015 12:10)

    Cuando de pequeños nos llevaban al gimnasio para realizar alguna tabla de ejercicios sobre las colchonetas, soñábamos con los aparatos que veíamos pero que no podíamos tocar. ¡Las paralelas, el potro, el caballo con arcos (más tarde pusieron las anillas y la barra fija), la escalera horizontal…! Pero sobre todo con las cuerdas: nos atraía mucho la idea de trepar por allí, y teníamos ganas de que el profesor se ausentase por cualquier urgencia, para sacar las cuerdas de las espalderas y subirnos. Las de nudos las veíamos más factibles que las lisas, porque no estábamos seguros de cómo se podían subir estas últimas. No sé si fue un alumno de los mayores o un repetidor bastante atlético, que al proponerle el tema de las cuerdas, tomó una de las lisas y subió a pulso hasta tocar el techo, pero sin hacer presa con los pies, con las piernas estiradas. El día en que el profesor nos mandó sacar las cuerdas, un compañero dijo: "¡Las cuerdas, la ilusión de mi vida!".

    Mi primer contacto con el gimnasio fue en 1ª de EGB con motivo de las clases de Judo a las que me apuntaron mis padres sin yo querer para nada, porque alguien les recomendó que sería bueno para mí, por mi carácter algo retraído, pero fue al revés, al ser pequeño y algo bobito, me ganaba todo el mundo y no me enteraba de nada de lo que explicaban, sólo lo de hacer la voltereta hacia adelante, que no sabía ni que era una forma de caer para no hacerse daño, y la caída hacia atrás golpeando con las manos el tatami, que de poco iba a servirme esa técnica si alguien me proyectaba hacia delante por encima del hombro, que era lo que más temía. Además, en las clases coincidíamos todas las edades y cinturones, por lo que más bien todo se orientaba a los que sabían más. Recuerdo que me hacían mucha gracia los ejercicios de cuello laterales: ver al profesor inclinando la cabeza hacia la derecha y hacia la izquierda sucesivamente.

    El gimnasio era la dependencia con olor más fuerte de todo el colegio, después del laboratorio: olía a sudor y a pies. Se entraba por el pasaje que comunicaba los patios, el que estaba más próximo a Gral. O'Donnell. La entrada era un pasillo muy estrecho y, antes de llegar a los vestuarios principales, había a mano izquierda un vestuario algo mas pequeño. Los vestuarios constaban de unos bancos y unos soportes metálicos con perchas para colgar la ropa. También había duchas. No era muy frecuente desnudarse completamente de manera abierta, que yo recuerde; si alguien tenía que ducharse, iba en calzoncillos, se los quitaba en la cabina de las duchas y volvía.

    Todos cargábamos con la ropa y las zapatillas de gimnasia en la cartera el día que tocaba (y digo cartera, porque en aquel tiempo no se estilaban las mochilas, más que para hacer excursiones por el campo. Eran carteras, bien de mano, bien en bandolera, hasta que años después, se fue viendo la conveniencia de usar mochilas para no dañar la columna vertebral). La ropa consistía en pantalón corto azul y camiseta también azul, aunque años más tarde nos hicieron comprar chandals. Se daba una clase en el gimnasio y la siguiente en el patio; la gente preguntaba: "¿Hoy toca patio, profe?", porque era lo más deseado, al dejar la segunda media hora para un partido de fútbol.

    El piso del gimnasio estaba un metro más arriba que el de los vestuarios. En esas escaleras se quedaban sentados a pasar la hora de gimnasia los que tenían algún tipo de lesión, pasajera o crónica, que les impedía participar, con el debido justificante médico. Ellos no se cambiaban y era un poco triste verlos allí vestidos de calle y mirando lo que hacíamos los demás, aunque también tenía su punto positivo de "me libro", porque cuando estabas allí veías a todo el mundo matarse y tú tan pancho.

  • #4

    F.G. (domingo, 29 marzo 2015 13:46)

    Muy buenas fotos tanto en su calidad como en su tamaño.

  • #3

    cronovisor (sábado, 28 marzo 2015 17:18)

    Todavía recuerdo su estrecho pasillo de acceso (insertado en el túnel de acceso al patio sur) y el olor a humanidad y de una pared de ladrillos de vidrio que impedía ver el interior del gimnasio desde el vestuario o al contrario.

  • #2

    FSantova (domingo, 22 marzo 2015 12:51)

    Lo que si que era dificil era cuando te ponian a hacer circuito dentro del recinto y te tocaba subir por las cuerdas hasta llegar al techo.
    Eso si que machacaba. Algunos lo haciamos pero la mayoria nos quedabamos a mitad.

  • #1

    Carlos Fuentes (viernes, 13 diciembre 2013 19:48)

    Ese es su nombre.